El turrón: lluvia de colores en mi Lima morena

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El turrón tiene mucha historia, incluso en tierras peruanas. ¡Descúbrelo con nosotros!

Turrón de Doña Pepa - El Comercio
Turrón de Doña Pepa – El Comercio

[Cecilia Portella] Miel de frutas, sobre masas crocantes se entrecruzan, hermanando razas, armonizando diferencias, recibiendo la dulzura que humedece tradiciones, sellada de colores, invitándonos a un rito de admiración por la historia, por las costumbres de una Lima que vive entre balcones y procesiones…

Si habría que hablar de marcas cuando de turrones se trata, varios nombres vendrían a nuestra mente; de santos y de doñas, llenaríamos nuestros párrafos.  De historias y pregones alimentaríamos estas líneas que, hoy, en este particular mes de octubre, tienen especial significado, por las tradiciones que, año a año, primero en la Lima cuadrada, en Las Nazarenas y luego alrededor del mundo, donde algún grupo de fieles peruanos, quieran celebrarlas.

Las memorias de esta Lima Virreinal: De negros, vivanderas, turrones y Cristos de Pachacamilla, podemos muy bien encontrarlas en las Tradiciones de Ricardo Palma, en su particular forma de relatos cortos y picarescos, en la historia de la Iglesia, en donde el escenario de Las Nazarenas sirve de marco para esta festividad, pero también se pueden hallar, en las imágenes que dejara Pancho Fierro

¿Quién mejor que el? para retratar en sus acuarelas, testimonios de la Lima de su tiempo, de comienzos del siglo XIX, décadas que fueron marcadas por una heterogeneidad, comparada con la actual; donde españoles, negros y mestizos compartían un mismo cielo, guardando las tan odiosas distancias.  Donde la cultura y el arte se limitaban a un grupo reducido de privilegiados.

En este bagaje de acuarelas; en las Tradiciones de Palma; en las memorias de los literatos, periodistas y cronistas de la época, tuvieron particular presencia las negras turroneras, que se confundían entre el humo de los anticuchos y el sahumerio.

Una interesante recopilación

Cuenta la tradición más conocida, que “Josefa Marmanillo», negra esclava de la Lima colonial, atendía la cocina de sus amos, a quienes servía con gratitud por el trato que recibía.  Cierto día, una incipiente parálisis comenzó a entorpecer su desempeño en los quehaceres domésticos. Como toda buena creyente, ofreció acompañar la Procesión del Señor de los Milagros, entre cantos y oraciones; apenas empezado el recorrido sintió un gran alivio, recobrando la agilidad perdida…

Tal milagro la llevó a prometer un servicio más dedicado al Señor.  Esa misma noche, vio en sueños, la preparación de un dulce, hasta ese momento desconocido.  A la mañana siguiente recordó la fórmula y se animó a preparar la nueva receta, fiel a su revelación.  Llevó el dulce al atrio de la Iglesia de Las Nazarenas y lo repartió entre los fieles más necesitados.  Año tras año, hasta el día de su muerte, el mes de octubre fue testigo del cumplimiento de su promesa.  Postre inspirado con manifestación divina”.

En la Lima del siglo XXI

Ya pasaron algunos siglos y la repartición gratuita y generosa de Josefa o Doña Pepa, como la conocían en ese entonces, ha dado paso a la comercialización y creación indiscriminada de marcas, colores y formas de preparación del turrón.

No recuerdo haber visto mayor colorido en algún postre peruano, que el que tiene el turrón, nacido de manos negras, en la Lima mestiza.  Caramelos de todos los tamaños y algunas formas sofisticadas se posan sobre la masa hecha de palitos crocantes y suaves, los mismos que en porciones rectangulares, se venden a lo largo de toda la avenida Tacna, entre banderolas moradas que caracterizan la fiesta religiosa de volúmenes multitudinarios, más importante del país.

La celebración de esta Lima morena, trae adherido el recuerdo de los carteles taurinos que rodeaban la Plaza de Acho, con pasodobles y tonadas muy españolas.  Incluye también pasajes donde la Perricholi y el Virrey Amat protagonizaban escenas de un amorío clandestino, impropio para la época y ofensivo para las clases.  Me recuerda la inexplicable esclavitud, pero también la alegría particular de la negrura quimbosa de nuestra ciudad de los Reyes.

La diversidad de razas, la heterogeneidad social y cultural que imperaba en aquella época, la multiplicidad de costumbres donde confluían la española, la andina y la negra, se sintetizan en manifestaciones que hoy en día solo invitan a la celebración y que vuelcan desde mi interior esas preferencias personales, que aún no logro descifrar, mi Lima española ¡Sí!, pero Lima negra también.

Ver: El sector agroalimentario de Perú

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