Un poco de historia sobre…. el vino

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Realmente para entender el vino tenemos que conocer su historia, que está llena de anécdotas y situaciones insospechadas. Desde la elaboración del Champagne por un error, hasta la elaboración de grandes vinos del mundo de una manera especial para su transporte ocasionan grandes vinos del mundo como los jereces  u oportos, o incluso el hecho más relevante en la historia del vino que fue la aparición de la filoxera y cambio el concepto del vino. Aquí ponemos unas pequeñas palabras a modo de introducción.

Foto: .chourmo.
Foto: .chourmo.

Algunos historiadores suponen que el hombre conoció el vino antes de que supiera cultivar las uvas; posiblemente, desde que el Genero Vitis, que comprende todas las vides domésticas, hiciera su aparición en la era Terciaria, periodo de los primeros mamíferos. La vid era entonces una planta salvaje, de la que brotaban unas bayas, pequeñas y ácidas que se recogían como las de otras especies vegetales y se consumían directamente.

Pero la vitis vinífera, única que produce vinos de calidad, aparece mucho más tarde en el Cáucaso y en el Oriente Próximo. Desde Israel, Mesopotamia y Egipto, la vid vinífera fue extendiéndose por todo el Mediterráneo, impulsando el desarrollo de la cultura del vino. Mucho más tarde españoles, portugueses, franceses e italianos trasladarán esta herencia a América y Sudáfrica. Los ingleses la llevarán a Australia y Nueva Zelanda extendiéndose así por todo el mundo.

En el antiguo Egipto el vino figura en primer lugar dentro del intercambio comercial de aquella época. Los egipcios recogían las uvas de las vides plantadas en los jardines del río Nilo, en cestas de junco prensado, que eran pisadas por los pies de los esclavos y una vez fermentado era trasvasado a jarras o ánforas de diverso tamaño, a veces muy grandes, para su consumo o transporte en naves. En la época de los griegos el viñedo no recibía grandes atenciones, pero la bondad del clima daba gran cantidad de frutos. El vino resultante jamás se bebía en estado puro, era mezclado generosamente con agua, miel, tomillo, mirra, agua de mar etc. Para su transporte los griegos usaban odres de cuero, mientras que para su almacenamiento se usaban grandes ánforas.

Más tarde los etruscos consumían vino natural sin añadidura de agua, aunque los romanos posteriormente volverían a elaborarlo a la manera griega, añadiendo agua infusiones de hierbas miel y otros edulcorantes.

Fueron los romanos quienes tomaron el relevo para la expansión del vino. Gracias a sus éxitos militares, y a la realización de numerosos empresas comerciales, consolidaron dos de las joyas de la agricultura mediterránea – el vino y el aceite – ampliando sus zonas de cultivo hasta la periferia del imperio. Ya en esta época comienzan a dictarse normas para la elección de variedades mas adecuadas, propiedades del terreno y observaciones del clima.

Tras la caída del imperio romano, las órdenes religiosas – sobre todo los benedictinos y, posteriormente, el Cister – recuperan la cultura del vino. Con la propagación de la fe, los nuevos apóstoles no olvidan extender el comercio del vino, la plantación de nuevos viñedos, haciendo progresar las técnicas de elaboración y crianza. En la Edad Media, los señores feudales cultivaban sus parcelas para obtener de ellas el vino que les permitía mostrar la hospitalidad que el rango del castillo tenía la obligación de procurar. También las obras literarias y las recomendaciones religiosas de la época tenían su parcela dedicada al vino.

La Edad Media dejó su huella en las labores más artesanas y pacientes de la viña y de la bodega. Algunas de estas prácticas y artes se han mantenido, casi sin variación, hasta la mitad del siglo XX.

Durante siglos la Vitis vinifera fue la única especie de vid cultivada en Europa. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo aparecen también nuevas especies de vitis, para la elaboración de vinos, y a mediados del siglo XIX comenzaron a importarse cepas y diferentes especies procedentes de Estados Unidos. La entrada de los viñedos norteamericanos en el escenario internacional tuvo efectos tan graves como inesperados. Venidas de más allá del Atlántico, las enfermedades criptogámicas, originadas por peligrosos parásitos desconocidos en Europa, golpearon duramente los viñedos europeos, muy sensibles a tales insectos, en oleadas sucesivas: primero el oídio, luego el mildiu pero sobretodo la filoxera que fue introducida en Europa en el último tercio de siglo y devastó todos los viñedos europeos, incluso llegó mas allá, pues también Australia sufrió sus ataques. Esta plaga, además de sus consecuencias económicas inmediatas, supuso la desaparición de numerosos viñedos que no se volverían a plantar.

El viñedo francés quedo totalmente arrasado, y los viticultores franceses tuvieron que apoyarse en los viñedos españoles para la obtención de sus vinos, ayudando así a mejorar la elaboración de vinos en nuestro país.

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