Copas con vida

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‘Gin-tonic’, agua y café son los nuevos retos de Riedel, líder mundial en la producción de vidrio para vino

George Riedel prueba una copa para gin-tonic.– VICENS GIMÉNEZ

«Una buena copa no mejora el vino. Lo que mejora es la percepción y el disfrute de quien bebe. Si lográramos transformar el vino haríamos un milagro», afirma Georg Riedel, hombre de negocios y ante todo un sibarita amante del vino. Lo que sí es un milagro para la empresa de su familia, nacida hace más de 250 años en un bosque al norte de Bohemia, es haber sobrevivido a guerras y avatares comerciales hasta convertirse en el líder mundial de la producción de vidrio. Unos 70 millones de piezas salen al mundo cada año con la marca Riedel. Es el líder global de las copas.

Para Georg Riedel, décima generación de vidrieros austriacos apodados «los reyes del cristal», la pasión por la estética y las formas es el motor de su trabajo. Pero su idealismo no le frena el olfato para el negocio. «Nos lanzamos a proyectos nuevos si vemos posibilidad de comercialización». Porque su objetivo es llegar no solo a los expertos, sino «a todos los consumidores». «Antes las copas eran bellas, pero no útiles. Yo quiero copas accesibles y que apasionen. «Lo práctico sería una copa para todo, pero hace falta compromiso con la búsqueda de la satisfacción», dice el creador de la atrevida copa Extreme.

La percepción de la bebida varía según el vaso, asegura el director de la firma

El empresario austriaco ha pasado por España como parte de unas catas de investigación de lo que pronto será una copa de gin-tonic Fever Tree firmada por Riedel. Y es una excepción, porque calibrar los elementos del cóctel: hielo, burbujas de la tónica, azúcar, ginebra… añade complejidad a la creación del recipiente vítreo. El titular de Riedel se decanta más por las bebidas simples que por las mezclas, pero la curiosidad y la experimentación siempre queda en el retrogusto.

La firma tiene una larga trayectoria de modelos especializados. Ya en los años noventa, Claus Riedel defendía que la percepción del vino varía según la copa que lo contiene. Georg reivindica la visión de su padre, cuyo diseño de la copa partiendo de una forma ovoidal revolucionó la fabricación y abrió la boca del cristal a los aromas y al mundo de las sensaciones que llegan a labios, nariz y alma de los bebedores. Claus Riedel lanzó las copas temáticas: para borgoña, rioja, riesling… También hay copas especiales para pisco y para sake. Pero el heredero ha ido más allá y crea copas para cada tipo de uva. Hay una larga lista, pero la inicia con tempranillo y pinot noir, como rezumando preferencias.

Y junto a las iniciativas propias, los «proyectos especiales», encargos para que en la factoría de Riedel se dé forma a un recipiente soñado por alguna marca, le atraen por lo que tienen de reto. «No todo sale», dice, porque la investigación y el diseño son exhaustivos y meticulosos y pueden llevar meses o años, «o al final no se hace por costoso o por difícil». Lo inmediato es una copa para agua. «Es fascinante el mundo de las aguas embotelladas», opina, y subraya que es un millonario negocio «en manos de cuatro compañías. ¡Es una guerra!». Él será solo soldado de una. Y hay otro proyecto ante el que paladea, dado que es un apasionado del producto: una copa para café. «El aroma y el sabor tienen distintas formas de expresarse. Al beber café en copa se podrá distinguir el tipo de grano y el tueste».

Fuente: Rosa Rivas para El País
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